RUN

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No sabía por donde iba, solo corría, corría y corría. Tomar una bicicleta prestada, pedalear hasta no poder más, frenar, trepar el muro. Joder! Perros, seguir corriendo, calles angostas, casi nada de luz, respirar, oír mi respiración agitada, oír los pasos del policía, sacar mi arma muy cautelosamente, oír mi respiración nuevamente, sentir el miedo y la angustia en el ambiente, poner mi dedo muy cautelosamente en el gatillo. Oír el correr del policía despistado, pero se que no se dará por vencido, correr nuevamente, tomar esa moto, ir por una vía muy rápida, aumentar la velocidad, doblar a la derecha, seguir manejando, no podía dejar de ver por donde iba, virar a la derecha nuevamente, una rampa, saltarla, caer como pueda, seguir aumentando la velocidad, oír las sirenas, sentir que se acercan y que saben mi rumbo, doblar a la derecha, doblar a la izquierda, doblar a la derecha, nuevamente a la derecha. Joder otro callejón con un muro, frenar rápidamente la moto, esconderme detrás de un basurero, sacar mi arma nuevamente, escuchar mi agitada respiración, poner el dedo en el gatillo, esta vez sin ningún cuidado pues ellos ya saben donde estoy así que no habrá mucha diferencia.

Escondido detrás del bote de basura aprovecho el menor descuido para disparar, los policías respondieron de igual manera.
- Refuerzos en Madison avenue- dijo uno de ellos.
Solo se oían muchos disparos, cuando llegaron los refuerzos él sabía que ya no tenía ninguna oportunidad, eran más de 10, solo era uno, no tenía ninguna salvación. Rápidamente le tendieron una emboscada poco a poco lo comenzaron a rodear. Estaba perdido, lo iban a reducir en cualquier momento.
Un policía de bigotes se acerco y lo apunto directamente con un arma, todo fue muy rápido, se oyó un disparo, el policía yacía muerto en el piso, dos de los uniformados se acercaron al cuerpo mientras que el resto se acercó donde estaba él y de varios golpes lograron tirarlo en el suelo para esposarlo.
- esto te costará muchos años en el nido de ratas- dijo él policía mientras lo esposaba.
- la vida ya no vale nada- dijo fríamente.
- claro que te importa, claro que si vale algo, tienes que temer por tu vida, acaso no leíste el libreto, tienes familia, robaste y te metiste en todo ese lío por tu familia, no tenían que comer, todo se les había acabado, todo de nuevo, todo de nuevo, eso no venderá.- dijo el director mientras que todos los reflectores se encendían.

Algunas películas de acción son buenas, otras son malas, las típicas películas de acción americanas entrarían en otra categoría. [risas]
ESTEBES

La cena

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Tomó un taxi que lo llevó hacia el Bar. Entró al Bar, pidió una cerveza, prendió un cigarro, y se sentó en una esquina de la barra. Oyó su canción favorita en la rockola y le dio la pitada final a su cigarro.
La gente bailaba, el ambiente cada vez “ponía” más. Pero todo eso perdió importancia cuando la vio entrar y acercarse a la barra para pedir algo de tomar.
La imagen que desprendió aquella bella e intimidante muchacha lo impactó y entusiasmó.
Desde el otro lado la miraba. Veía el movimiento de sus carnosos labios al tararear las canciones, el posar de sus dedos sobre la copa, el compás que llevaba su esbelto y delgado cuerpo al ritmo de la música y el agitar de su cabello por el ventilador que caía directamente sobre ella.
De su bolso la mujer sacó un cigarrillo, y se dispuso a prenderlo. En fracciones de segundo David corrió hacia el otro extremo de la barra y le ofreció fuego tendiéndole la mano. La mujer cogió el encendedor Dupont y prendió su cigarrillo, ofreciéndole otro a David. Tímidamente cogió el cigarrillo y se sentó al lado de ella.
- A que son algo fuertecitos ¿no?
- Si, algo, pero he ahí donde está lo rico – dijo David invitando a la Mujer a decir algo más.
- Soy Verónica.
- David- encantado.
Mientras ambos fumaban, un silencio los invadió. David sabía que tenía que ser él quien planteara un tema interesante. Verónica era una oportunidad única e irrepetible, no podía dejar pasar a una mujer tan bella?
- ¿Qué calor hace no? – no tenía nada interesante que decir, pero algo tenía que decir.
- Sí…
- ¿Vienes seguido a este Bar?
- Sí, me queda cerca al trabajo, y he andado esta semana cargada de cosas. Unas cuantas copas son lo mejor para relajarse.
- Exácto, ¿Deseas algo de tomar?
La situación estaba un poco más amena, y ambos se iban soltando. David se sentía más a gusto y hasta creía que dominaba por completo la situación.
- Claro, por supuesto- dijo Verónica
- Pediré por ti- Verónica sonrió. – Dos tequilas por favor.
- Mi trago favorito. Pero para mí una noche en un Bar no está completa si no bailo.
Secando su vaso, David se paró y tomó de la mano a Verónica llevándola hacía una esquina del Bar donde corría un fresco aire. Bailaron dos canciones, fueron a la barra, tomaron otra ronda de tequilas, y siguieron bailando. Esa rutina se repitió durante un par de horas. Verónica percibía en David un encanto que hacía mucho no sentía. La volvía loca el olor que desprendía al momento de bailar, olor a hombre.
Al término de una canción, la llevó hacia donde estaba la rockola. Intercambiaron miradas, sonrieron y sus labios se juntaron. Lo que en un momento fue timidez, ahora estaba lleno de pasión, ardía en deseo.
Los dos siguieron bailando y besándose. Conforme iba pasando el tiempo, la euforia y la calentura de ambos iba apoderándose de ellos.
- ¿Vives solo?
- Si – dijo David, tocándose el cabello.
- Vamos a tu casa, de seguro ahí la vamos a pasar mucho mejor.
- Si, está bien, supongo- repitiendo el gesto anterior.
Salieron del Bar. David cubrió a Verónica con su chaqueta, en un gesto por abrigarla. Cruzaron la calle, David estiró la mano para llamar a un taxi.
- A la cuadra cinco de la calle dos.
En el viaje siguieron besándose. Sus manos se entrelazaban, se tocaban y acariciaban, no tenían control de ellas.
Auque las ansias de Verónica aumentaban conforme las ruedas del taxi giraban, David se volvía un poco más torpe en los movimientos.

Llegaron a la puerta 105. David sacó sus llaves, abrió la puerta, prendió la luz y la invitó a pasar.
- ¿Me invitas una cerveza?
David abrió su congeladora y sacó un par de latas de cerveza. Le entregó una a Verónica. Al recibirla Verónica se abalanzó sobre él y lo comenzó a besar y mordisquear los labios, para luego quitarle la camisa que traía.
Verónica hizo una pausa y le preguntó a David dónde estaba el baño. Se dirigió hacia el para perfumarse y arreglasrse . Cuando terminó se dirigió rápidamente a la salta.
- Hola. – dijo una mujer de cabello castaño, que la recibe con un cordial saludo.
- ¿David?- preguntó nerviosamente Verónica, hablando fuerte para que este saliera.
- Ya vendrá, siéntate. – respondió la mujer, sin perder el pasivo tono de voz que tenía.
Verónica se sienta junto a la mujer, mostrándose esta vez un poco más a la defensiva.
-Mira, sé que la idea era que te divirtieras hoy con mi novio, pero aunque habrá diversión, no será la tuya.
Verónica, se movió hacia un extremo del sofá, su actitud defensiva quedó deshecha y se sintió completamente indefensa.
- Te pediría que te relajes, estás muy tensa. No te sientas mal ni excluida, nosotros te vamos a tratar bien. ¿Sabes?, tú serás la espectadora de la noche, tienes ojos muy bonitos. Tus manos son preciosas, pero no necesitamos tus lindas uñas. Nos pueden hacer daño, tú debes saber, cuando alguien intenta defenderse tiende a arañar a la gente. Está noche la recordarás para toda la vida, te desnudarás y te relajarás en una cama. Te comenzaré a hacer masajes mientras te iré atando las manos y los pies. No tendrás que hacer mucho esfuerzo. David afilará unos cuchillos y me los dará. Para mí esta es la parte más emocionante y divertida. Te comenzaré cortando la cintura…

La mañana era soleada, la mujer se levantó, fue al baño y desde ahí le preguntó a su novio.- ¿Te gustó la cena de ayer?


ESTEBES

Sirena

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Conducimos lo más lejos que pudimos hasta no ver más personas y llegamos a la playa
sin mayor problema. El carro estaba intacto y como Mario parecía mucho mayor que
nosotros ningún policía había sospechado nada. Cuando vimos el mar al frente no nos
importó descargar las cosas. Hicimos una carrera hacia el agua, mientras que Lucía y las
demás chicas acomodaban sus toallas para echarse a tomar sol.
-Felipe, dicen que ya te hiciste a Sofía.
-¿Cómo? Si este pata es mariconazo.
-No, aún nada.
A las cinco empezamos a armar las carpas. Mario prendía la fogata, Daniela y Sofía hablaban
de moda y Lucía, tan ella, rodeaba la orilla del mar con los pies descalzos y un pareo como
capa, tarareando una canción de Silvio, de esas tiernas y fuertes.
-Oye, Tito, apúrate con eso.
-Ya va.
Ya caída la noche, y con todo el ron que le habíamos robado al papá de Mario, iban y venían
las risas con algunos chistes de Felipe. Nos moríamos de risa de las estupideces que decía. Era
eso, o quizá la hierba de Carlitos. Contábamos cuentos de terror, trampa perfecta para
aprovecharnos del miedo de las chicas, menos una. Lucía se había ido.
-Está en el carro. De paso trae mi casaca, pues.
-¿La llave?
-Lucía la tiene, que te abra.
No fue hasta ese momento que me di cuenta de lo lejos que estaba el carro de nuestro
campamento.
Llegué al carro y no vi a Lucía en él. Tuve una extraña decepción de no encontrarla ahí, así que
me puse a buscar con la linterna. Pasó media hora de la que no recuerdo mucho, solo a mí
caminando y pensando en lo tanto que odiaba a Mario por estar con ella. Volví al campamento
para ver si estaba ahí y nada. Me quedé dormido hablando con Carlitos, estaba realmente
cansado aunque no sabía de qué.
Me desperté dentro de la carpa de un golpe al sentir que alguien me acariciaba la cara. No
podía ver casi nada pero distinguí el olor a coco del cabello de Lucía. Ella se acercó lentamente
hasta mis labios y comenzamos a besarnos.
-¿Dónde estabas?
No me respondió, pero qué importaba, ahora estaba conmigo y todo estaba más que bien.
Lucía estaba llena de lágrimas, le tuve que limpiar los ojos. Luego de un rato los besos se
convirtieron en caricias, las caricias en piel desnuda y Lucía en lo más bello del mundo.
-Me haces daño.
-Perdón.
Creo que la golpeé un poco, fui torpe, nunca lo había hecho y no podía ser de otra forma. Me
preocupé por si Mario se enteraba de lo que hacía yo con su novia en la carpa, pero luego me
olvidé de eso.
-Te va a matar, ya verás.
-¿ Y tú se lo dirás? Porque antes tendría que matarte, ¿sabes?
Bromeamos mucho. De vez en cuando tenía que taparle la boca para que no nos descubrieran.
Jugué un poco con su cabello rizado y me quedé dormido.
A la mañana siguiente, me levanté por los gritos de Sofía y sin Lucía al costado. Salí corriendo
de la carpa para ver qué pasaba y estaba Daniela pálida en el piso con Felipe tratando de
ayudarla. Los demás estaban en la orilla del mar rodeando un cuerpo.
Corrí donde estaban todos. Era Lucía. Estaba tirada en la orilla, llena de arena, de color azul y
los ojos blancos. Su falda estaba manchada de sangre y tenía golpes por todos lados. Mario
Parecía muerto en vida. Yo, recordando todo lo que en verdad había sucedido la noche
anterior y aprovechando el no haber sido visto, me alejé hacía la carretera y empecé a correr.
Entonces vi las manchas de sangre en mi ropa, un montón de cabellos rizados enredados en
mis dedos, los rasguños en mis brazos con el esmalte azul de las uñas de Lucía. Solo me
quedaba un intento iluso de sacar desesperadamente las imágenes de ella, así, en el agua, con
mis manos en su cuello, luchando asustada por su vida.

SAAWARIYA