Tomó un taxi que lo llevó hacia el Bar. Entró al Bar, pidió una cerveza, prendió un cigarro, y se sentó en una esquina de la barra. Oyó su canción favorita en la rockola y le dio la pitada final a su cigarro.
La gente bailaba, el ambiente cada vez “ponía” más. Pero todo eso perdió importancia cuando la vio entrar y acercarse a la barra para pedir algo de tomar.
La imagen que desprendió aquella bella e intimidante muchacha lo impactó y entusiasmó.
Desde el otro lado la miraba. Veía el movimiento de sus carnosos labios al tararear las canciones, el posar de sus dedos sobre la copa, el compás que llevaba su esbelto y delgado cuerpo al ritmo de la música y el agitar de su cabello por el ventilador que caía directamente sobre ella.
De su bolso la mujer sacó un cigarrillo, y se dispuso a prenderlo. En fracciones de segundo David corrió hacia el otro extremo de la barra y le ofreció fuego tendiéndole la mano. La mujer cogió el encendedor Dupont y prendió su cigarrillo, ofreciéndole otro a David. Tímidamente cogió el cigarrillo y se sentó al lado de ella.
- A que son algo fuertecitos ¿no?
- Si, algo, pero he ahí donde está lo rico – dijo David invitando a la Mujer a decir algo más.
- Soy Verónica.
- David- encantado.
Mientras ambos fumaban, un silencio los invadió. David sabía que tenía que ser él quien planteara un tema interesante. Verónica era una oportunidad única e irrepetible, no podía dejar pasar a una mujer tan bella?
- ¿Qué calor hace no? – no tenía nada interesante que decir, pero algo tenía que decir.
- Sí…
- ¿Vienes seguido a este Bar?
- Sí, me queda cerca al trabajo, y he andado esta semana cargada de cosas. Unas cuantas copas son lo mejor para relajarse.
- Exácto, ¿Deseas algo de tomar?
La situación estaba un poco más amena, y ambos se iban soltando. David se sentía más a gusto y hasta creía que dominaba por completo la situación.
- Claro, por supuesto- dijo Verónica
- Pediré por ti- Verónica sonrió. – Dos tequilas por favor.
- Mi trago favorito. Pero para mí una noche en un Bar no está completa si no bailo.
Secando su vaso, David se paró y tomó de la mano a Verónica llevándola hacía una esquina del Bar donde corría un fresco aire. Bailaron dos canciones, fueron a la barra, tomaron otra ronda de tequilas, y siguieron bailando. Esa rutina se repitió durante un par de horas. Verónica percibía en David un encanto que hacía mucho no sentía. La volvía loca el olor que desprendía al momento de bailar, olor a hombre.
Al término de una canción, la llevó hacia donde estaba la rockola. Intercambiaron miradas, sonrieron y sus labios se juntaron. Lo que en un momento fue timidez, ahora estaba lleno de pasión, ardía en deseo.
Los dos siguieron bailando y besándose. Conforme iba pasando el tiempo, la euforia y la calentura de ambos iba apoderándose de ellos.
- ¿Vives solo?
- Si – dijo David, tocándose el cabello.
- Vamos a tu casa, de seguro ahí la vamos a pasar mucho mejor.
- Si, está bien, supongo- repitiendo el gesto anterior.
Salieron del Bar. David cubrió a Verónica con su chaqueta, en un gesto por abrigarla. Cruzaron la calle, David estiró la mano para llamar a un taxi.
- A la cuadra cinco de la calle dos.
En el viaje siguieron besándose. Sus manos se entrelazaban, se tocaban y acariciaban, no tenían control de ellas.
Auque las ansias de Verónica aumentaban conforme las ruedas del taxi giraban, David se volvía un poco más torpe en los movimientos.
Llegaron a la puerta 105. David sacó sus llaves, abrió la puerta, prendió la luz y la invitó a pasar.
- ¿Me invitas una cerveza?
David abrió su congeladora y sacó un par de latas de cerveza. Le entregó una a Verónica. Al recibirla Verónica se abalanzó sobre él y lo comenzó a besar y mordisquear los labios, para luego quitarle la camisa que traía.
Verónica hizo una pausa y le preguntó a David dónde estaba el baño. Se dirigió hacia el para perfumarse y arreglasrse . Cuando terminó se dirigió rápidamente a la salta.
- Hola. – dijo una mujer de cabello castaño, que la recibe con un cordial saludo.
- ¿David?- preguntó nerviosamente Verónica, hablando fuerte para que este saliera.
- Ya vendrá, siéntate. – respondió la mujer, sin perder el pasivo tono de voz que tenía.
Verónica se sienta junto a la mujer, mostrándose esta vez un poco más a la defensiva.
-Mira, sé que la idea era que te divirtieras hoy con mi novio, pero aunque habrá diversión, no será la tuya.
Verónica, se movió hacia un extremo del sofá, su actitud defensiva quedó deshecha y se sintió completamente indefensa.
- Te pediría que te relajes, estás muy tensa. No te sientas mal ni excluida, nosotros te vamos a tratar bien. ¿Sabes?, tú serás la espectadora de la noche, tienes ojos muy bonitos. Tus manos son preciosas, pero no necesitamos tus lindas uñas. Nos pueden hacer daño, tú debes saber, cuando alguien intenta defenderse tiende a arañar a la gente. Está noche la recordarás para toda la vida, te desnudarás y te relajarás en una cama. Te comenzaré a hacer masajes mientras te iré atando las manos y los pies. No tendrás que hacer mucho esfuerzo. David afilará unos cuchillos y me los dará. Para mí esta es la parte más emocionante y divertida. Te comenzaré cortando la cintura…
La mañana era soleada, la mujer se levantó, fue al baño y desde ahí le preguntó a su novio.- ¿Te gustó la cena de ayer?
ESTEBES
La gente bailaba, el ambiente cada vez “ponía” más. Pero todo eso perdió importancia cuando la vio entrar y acercarse a la barra para pedir algo de tomar.
La imagen que desprendió aquella bella e intimidante muchacha lo impactó y entusiasmó.
Desde el otro lado la miraba. Veía el movimiento de sus carnosos labios al tararear las canciones, el posar de sus dedos sobre la copa, el compás que llevaba su esbelto y delgado cuerpo al ritmo de la música y el agitar de su cabello por el ventilador que caía directamente sobre ella.
De su bolso la mujer sacó un cigarrillo, y se dispuso a prenderlo. En fracciones de segundo David corrió hacia el otro extremo de la barra y le ofreció fuego tendiéndole la mano. La mujer cogió el encendedor Dupont y prendió su cigarrillo, ofreciéndole otro a David. Tímidamente cogió el cigarrillo y se sentó al lado de ella.
- A que son algo fuertecitos ¿no?
- Si, algo, pero he ahí donde está lo rico – dijo David invitando a la Mujer a decir algo más.
- Soy Verónica.
- David- encantado.
Mientras ambos fumaban, un silencio los invadió. David sabía que tenía que ser él quien planteara un tema interesante. Verónica era una oportunidad única e irrepetible, no podía dejar pasar a una mujer tan bella?
- ¿Qué calor hace no? – no tenía nada interesante que decir, pero algo tenía que decir.
- Sí…
- ¿Vienes seguido a este Bar?
- Sí, me queda cerca al trabajo, y he andado esta semana cargada de cosas. Unas cuantas copas son lo mejor para relajarse.
- Exácto, ¿Deseas algo de tomar?
La situación estaba un poco más amena, y ambos se iban soltando. David se sentía más a gusto y hasta creía que dominaba por completo la situación.
- Claro, por supuesto- dijo Verónica
- Pediré por ti- Verónica sonrió. – Dos tequilas por favor.
- Mi trago favorito. Pero para mí una noche en un Bar no está completa si no bailo.
Secando su vaso, David se paró y tomó de la mano a Verónica llevándola hacía una esquina del Bar donde corría un fresco aire. Bailaron dos canciones, fueron a la barra, tomaron otra ronda de tequilas, y siguieron bailando. Esa rutina se repitió durante un par de horas. Verónica percibía en David un encanto que hacía mucho no sentía. La volvía loca el olor que desprendía al momento de bailar, olor a hombre.
Al término de una canción, la llevó hacia donde estaba la rockola. Intercambiaron miradas, sonrieron y sus labios se juntaron. Lo que en un momento fue timidez, ahora estaba lleno de pasión, ardía en deseo.
Los dos siguieron bailando y besándose. Conforme iba pasando el tiempo, la euforia y la calentura de ambos iba apoderándose de ellos.
- ¿Vives solo?
- Si – dijo David, tocándose el cabello.
- Vamos a tu casa, de seguro ahí la vamos a pasar mucho mejor.
- Si, está bien, supongo- repitiendo el gesto anterior.
Salieron del Bar. David cubrió a Verónica con su chaqueta, en un gesto por abrigarla. Cruzaron la calle, David estiró la mano para llamar a un taxi.
- A la cuadra cinco de la calle dos.
En el viaje siguieron besándose. Sus manos se entrelazaban, se tocaban y acariciaban, no tenían control de ellas.
Auque las ansias de Verónica aumentaban conforme las ruedas del taxi giraban, David se volvía un poco más torpe en los movimientos.
Llegaron a la puerta 105. David sacó sus llaves, abrió la puerta, prendió la luz y la invitó a pasar.
- ¿Me invitas una cerveza?
David abrió su congeladora y sacó un par de latas de cerveza. Le entregó una a Verónica. Al recibirla Verónica se abalanzó sobre él y lo comenzó a besar y mordisquear los labios, para luego quitarle la camisa que traía.
Verónica hizo una pausa y le preguntó a David dónde estaba el baño. Se dirigió hacia el para perfumarse y arreglasrse . Cuando terminó se dirigió rápidamente a la salta.
- Hola. – dijo una mujer de cabello castaño, que la recibe con un cordial saludo.
- ¿David?- preguntó nerviosamente Verónica, hablando fuerte para que este saliera.
- Ya vendrá, siéntate. – respondió la mujer, sin perder el pasivo tono de voz que tenía.
Verónica se sienta junto a la mujer, mostrándose esta vez un poco más a la defensiva.
-Mira, sé que la idea era que te divirtieras hoy con mi novio, pero aunque habrá diversión, no será la tuya.
Verónica, se movió hacia un extremo del sofá, su actitud defensiva quedó deshecha y se sintió completamente indefensa.
- Te pediría que te relajes, estás muy tensa. No te sientas mal ni excluida, nosotros te vamos a tratar bien. ¿Sabes?, tú serás la espectadora de la noche, tienes ojos muy bonitos. Tus manos son preciosas, pero no necesitamos tus lindas uñas. Nos pueden hacer daño, tú debes saber, cuando alguien intenta defenderse tiende a arañar a la gente. Está noche la recordarás para toda la vida, te desnudarás y te relajarás en una cama. Te comenzaré a hacer masajes mientras te iré atando las manos y los pies. No tendrás que hacer mucho esfuerzo. David afilará unos cuchillos y me los dará. Para mí esta es la parte más emocionante y divertida. Te comenzaré cortando la cintura…
La mañana era soleada, la mujer se levantó, fue al baño y desde ahí le preguntó a su novio.- ¿Te gustó la cena de ayer?
ESTEBES
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